Emmaus International


Suzanne Ware, presidenta de la asociación Pag-La-Yiri, nos habla del lugar de las mujeres en el sector de la economía informal en Burkina Faso. Y, sobre todo, establece el vínculo con la crisis sanitaria que atraviesa actualmente su país.

En Burkina Faso, una parte importante de la población (45,3%) vive por debajo del umbral de pobreza, estimado en 72 690 francos CFA por adulto y año (unos 110€). Además, se observa una discriminación en función del sexo, del estado civil, el tamaño de la vivienda, el nivel educativo y el lugar de residencia. La pobreza afecta más a las mujeres que a los hombres. En el grupo poblacional que vive en extrema pobreza, las mujeres representan un 52,4% frente a un 47,6% de hombres; en el grupo de quienes no son pobres, la proporción de mujeres se sitúa en un 48,6% frente a un 51,4% de hombres. La pobreza afecta más a los hogares gestionados por un hombre (35,9%) que a aquellos que tienen a una mujer a la cabeza (19,8%).

El bajo nivel de escolaridad que ha perdurado entre las chicas explica que haya más mujeres en el sector informal (58,1%) —especialmente en el sector agrícola, alimentario, comercial y en los trabajos domésticos no remunerados. Las actividades realizadas por mujeres son a menudo ignoradas en términos estadísticos.

En el medio rural, las mujeres dependen más de la naturaleza (agua, bosques, tierra) para asegurar la alimentación y obtener ingresos para sus familias (agricultura, ganadería, medio ambiente, transformación de los productos agrícolas y silvícolas). Sin embargo, tienen muy poco control sobre estos recursos, porque no tienen acceso a la tierra. Las mujeres no participan casi nunca a la elaboración de los planes y programas de preservación y gestión de estos recursos naturales. Es más, no disponen de la fuerza física y del tiempo necesarios para emplear las técnicas de preservación de suelos como el zaï (bandas pedregosas), lo cual explica que sus tierras sean las más dañadas por inundaciones o fuertes lluvias. Su porción de tierra es un préstamo por parte de sus maridos o sus padres, muchas veces de mala calidad y con escaso potencial agrícola.

En el medio urbano, miles de mujeres trabajan en la restauración, en los mercados (comercio) y en el procesamiento de alimentos.

Con la aplicación del toque de queda y de las medidas preventivas para frenar la propagación de la Covid-19, tales como el cierre de fronteras, los mercados, restaurantes, bares y toda la actividad económica del sector informal, ocupado en un 80% por mujeres, está prácticamente parada. Estas medidas de prevención de la COVID19 han empobrecido a la población y, en particular, a las mujeres.

Actualmente, las mujeres se organizan para retomar rápidamente sus actividades, respetando las instrucciones sanitarias del Ministerio de Salud: instalar un lavabo o poner a disposición un gel desinfectante delante del lugar de trabajo, respetar la distancia de seguridad entre clientes, las camareras o dependientas deben llevar batas y mascarillas de protección, etc. Los restaurantes han incorporado el servicio de venta para llevar y han invertido en vajilla de único uso y otras iniciativas.

A pesar de todo, muchas jornaleras necesitan ayuda, sobre todo económica, para poder retomar sus actividades. El fondo de emergencia de Emaús Internacional ha sido una respuesta importante.

Gracias a esta ayuda, en el grupo PAG-LA-YIRI hemos podido distribuir alimentos (arroz, harina de maíz, aceite y maíz), entre abril y junio de 2020, a 1110 personas vulnerables, de las que la mayoría son mujeres.

Suzanne Ware
Presidenta de la asociación Pag-La-Yiri (Burkina Faso)