Emmaus International

Jean Rousseau es el presidente de Emaús Internacional desde 2007, así como co-responsable de la comunidad Emaús de Angers (Francia). Durante una entrevista con un diario local, Jean da su visión de las acciones que considera prioritarias para luchar contra la pobreza en todo el mundo.

Cómo presidente de Emaús Internacional, ¿hay ámbitos en los que le parezca prioritario actuar a escala local?
Las manifestaciones de la pobreza, marcadas por crecientes desigualdades, son, sin duda, locales. No obstante, con mucha frecuencia no son más que el resultado de un sistema económico dominante que aplica la ley del más fuerte y al que poco le importan el desperdicio humano y medioambiental que crea desde hace años. No hay jerarquía alguna que establecer en la lucha contra la pobreza: el acceso universal a los derechos y a la dignidad es un imperativo, tanto en Angers como en todas partes, en un mundo globalizado en el que los comportamientos de unos y otros tienen consecuencias inmediatas para todos.

Durante sus visitas a las comunidades Emaús de todo el mundo, ¿ha observado iniciativas de lucha contra la pobreza que se puedan extrapolar a otros lugares?
En Emaús constatamos que toda iniciativa que confíe en primer lugar en las personas y en su responsabilidad —independientemente de su nivel económico, social o cultural— es fuente de desarrollo, tanto para la persona como para la comunidad. Esta pedagogía es la que nos permite luchar contra la marginación de masas crecientes de población, como constatamos en distintos ejemplos: en Francia y en el resto de Europa, donde vemos el trabajo de reciclaje y reutilización de miles de personas que antes estaban en la calle; en Bangladesh, donde Emaús trabaja en la producción de comercio justo en el ámbito de la confección; en la India, donde los campesinos de Emaús luchan contra la desertificación gracias a la agroforestería; o en el Líbano, donde se lleva a cabo un proyecto de microcréditos en todo el país con cientos de pequeños empresarios.

Actualmente, Europa tiene que hacer frente a la llegada de numerosos migrantes. ¿Cómo podemos responder a la urgencia y a la inmensa pobreza de estas personas?
El primer deber es salvar vidas y, por tanto, recibir con generosidad y dignidad a aquellos que tan solo pretenden sobrevivir. Hasta aquí, no se trataría nada más que de respetar los compromisos de nuestros países signatarios de los convenios internacionales (recordemos que, actualmente, la mitad de la población del Líbano —un país con muchas otras dificultades— está formada por refugiados). Pero más allá de la respuesta a una situación de emergencia, sería un crimen y una irresponsabilidad seguir haciendo creer que podemos “controlar los flujos migratorios” —algo que no funciona y que provoca miles de muertes en el Mediterráneo y en otros lugares— o simular que ignoramos que la cuestión general de la movilidad y, por tanto, de las migraciones, se planteará de forma creciente en un mundo globalizado. Sería imprescindible y de sentido común salir de la visión cerrada de los Estados para razonar a escala continental y mundial —en el marco de las Naciones Unidas, por ejemplo— como se hace para el clima o para el comercio internacional. En este tema eminentemente político, ya es hora de ser realistas y de dejar de lado las alucinaciones.

150616 Interview Jean Rousseau