Desde 1995 se vienen sucediendo una detrás de otra las reuniones de la COP (Conferencia de las partes sobre el cambio climático); hemos pasado de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (adoptados por la Asamblea General de la ONU en el año 2000) a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (adoptados por el mismo órgano en septiembre de este año); y a pesar de ello, las desigualdades aumentan peligrosamente y la degradación del medio ambiente se hace sentir en todo el mundo, afectando en primer lugar a los más pobres. Las tensiones y los conflictos se multiplican. No aceptaremos que una vez más, ante el indescriptible horror de los atentados del 13 de noviembre, nuestros responsables políticos hagan que la seguridad prime por encima de todo lo demás, llevándonos a una supuesta «guerra» que es una prolongación de la que venimos rechazando desde 2003, cuando millones de personas de todos los pueblos del mundo salieron a la calle para decir No a la guerra de Iraq, una guerra ilegítima y sin salida. Estos mismos responsables deben escucharnos, a los que trabajamos incansablemente por la paz, la justicia y el acceso a los derechos fundamentales para todas y todos. Hasta ahora han hecho oídos sordos, lo cual ha costado ya demasiadas vidas inocentes, y su terquedad puede acabar llevándose a otros muchos miles de personas. En Siria y en cualquier parte, el acaparamiento del poder por parte de dictadores tiene las mismas consecuencias: empobrecimiento de la población, violación de sus derechos fundamentales, aparición de movimientos radicales y violentos. En Siria, y también en Francia, la impunidad de unos, la corrupción de otros, las alianzas perversas, el cinismo de muchos, provocan resentimientos profundos, un caldo de cultivo para las ideologías más extremistas. En Siria, al igual que en otras partes, la violencia –bélica o social–, la pobreza, el hambre y la desesperación empujan a cientos de miles de personas a probar suerte en países donde esperan tener una vida más digna. La responsabilidad política consiste en reconocer el fracaso y la incoherencia de las estrategias sin salida, pero también conlleva abordar las causas de todos estos males, y no crear nuevos problemas. En otras palabras, hay que: - Promover una redistribución justa y equitativa de la riqueza - Replantear nuestro estilo de vida para permitir que la vida perdure en la Tierra - Actuar a escala mundial, en lugar de encerrarnos en nosotros mismos, nuestro país o nuestros privilegios - Educar en la paz y la convivencia Con 350 grupos en todo el mundo, el movimiento Emaús trabajará arduamente para la consecución de estos objetivos, dedicando toda su energía.«El integrismo es un refugio para la miseria, porque ofrece una chispa de esperanza a los que nada tienen. Que sus males desaparezcan y el integrismo se quedará sin tropas.» Abbé Pierre, enero de 1995Willi Does, Presidente de Emaús Europa Thierry Kuhn, Presidente de Emaús Francia Jean Rousseau, Presidente de Emaús Internacional