Emmaus International

Desde hace unos meses el mundo atraviesa una crisis sanitaria sin precedentes. Surgido por primera vez en China, el virus Covid-19 se ha propagado desde entonces en todos los continentes. Con varias centenas de miles de personas infectadas y una economía mundial profundamente afectada, esta crisis afecta a todo el mundo, pero golpea con particular dureza a las personas en situación precaria: personas sin hogar o demasiado pobres para poder confinarse, migrantes o refugiadas. Ante esta crisis, el movimiento Emaús deberá adaptar su modelo de solidaridad para seguir existiendo y continuar sus actividades junto a las personas más desfavorecidas. El movimiento también seguirá instando a aprender de esta crisis las lecciones políticas pertinentes.

Ante el incremento significativo del número de personas infectadas por el virus en todo el mundo y la saturación de los sistemas sanitarios, cada vez más gobiernos aplican medidas restrictivas para contener la propagación de la enfermedad. El confinamiento, los toques de queda y el cierre de comercios y escuelas hacen que numerosos sectores se detengan, lo cual tiene un impacto directo en el movimiento Emaús y sus acciones.

Un impacto económico desastroso para los grupos Emaús

Las medidas de confinamiento y el cierre de las actividades no esenciales obligan a los grupos Emaús a suspender sus actividades. En numerosos países, las tiendas y las salas de ventas Emaús, que representan la principal fuente de ingresos, han cerrado, obligando a numerosas personas a acogerse al paro técnico. La absorción por los Estados de las consecuencias económicas de este cese de actividades varía mucho de un país a otro. Aunque en Europa se están implementado medidas de solidaridad, estas no existen por lo general en África, América y Asia. Sin ingresos y sin liquidez suficientes, la situación financiera de muchos grupos Emaús es ya muy difícil y es probable que empeore rápidamente.

Esta catástrofe sanitaria y económica obliga al movimiento a replantearse su solidaridad y a dar muestra de determinación, para poner en marcha alternativas y encontrar soluciones para seguir acompañando a las personas más desfavorecidas. A todos los niveles (nacional, regional e internacional) y en todo el mundo, el movimiento está reorganizando sus mecanismos de solidaridad, para tomar en cuenta las situaciones urgentes y permitir a los grupos Emaús salir adelante de esta crisis.

Permanecer movilizados para acudir en ayuda de las personas más vulnerables

A pesar de las dificultades y del cese de sus actividades principales, los grupos Emaús siguen siendo solidarios y cuidando de las personas que acompañan. Las instrucciones de los poderes públicos se toman muy en serio y la vida en los grupos y en todas las comunidades Emaús de Francia, Europa, América o África, se organiza respetando los esfuerzos que pretenden frenar la propagación del virus.

Los grupos Emaús también siguen mirando alrededor para no olvidar a quienes más sufren. Crean o siguen realizando iniciativas de distribución alimentaria, de acogida de personas sin hogar en sus estructuras de alojamiento, de información sobre los gestos de protección para personas desfavorecidas que no tienen acceso a la información, etc. Nuestras acciones de movilización y de incidencia política también continúan, sobre todo con respecto a la situación de las personas migrantes de la frontera greco-turca, que empeora día tras día.

En esta época de crisis es esencial no dejarnos llevar por el repliegue sobre nosotros mismos, sino intentar ejercer presión conjuntamente para que se aprendan las lecciones políticas necesarias de esta crisis y, sobre todo, para que se tengan en cuenta las realidades de los más desfavorecidos de nuestra sociedad. Como solía decir muy apropiadamente el Abbé Pierre: «Hay un abismo entre quienes pueden y están ciegos —cegados por el poder mismo, que los aísla— y quienes saben —que conocen la realidad porque los mata— y son mudos, pues no pueden hacerse oír, ni siquiera expresar sus palabras».

Esta crisis sanitaria nos vuelve a abrir los ojos sobre las derivas de las políticas neoliberales, que en las últimas décadas no han dejado de agravar las desigualdades sociales en nuestros países y entre las regiones del mundo, de destruir nuestros ecosistemas, de generar pérdidas de biodiversidad a veces irreversibles y cambios climáticos inquietantes. Igualmente, han desmantelado progresivamente en todo el mundo los servicios públicos y han privatizado el acceso a nuestras necesidades básicas, como el acceso al agua, a una alimentación saludable, a la educación y a la salud.

Estas decisiones políticas van a tener un fuerte impacto en la capacidad de cada país de curar a sus enfermos y de cuidar de las poblaciones más desfavorecidas, como las personas migrantes, sin hogar o que viven en situación de gran pobreza en todo el mundo.
Tiene que haber un «después» de esta pandemia y debemos movilizarnos para que ese «después» nunca más sea como el «antes».

*Discurso en la Unión Federal Mundial, 29 de julio de 1955. Extracto de «La fuerza de los insignificantes», p. 135, Ediciones Cherche-midi