Emmaus International

Grégoire, voluntario para Emaús Internacional, parte al encuentro de asociaciones Emaús en Asia para conocer la realidad de su participación en los ejes políticos del movimiento. Durante su viaje ha conocido a Saroja. He aquí su retrato.

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Cuando Saroja habla, los ojos le brillan. A pesar de lo que ha sufrido, su mirada refleja un espíritu de lucha incansable, una fuerza que se transmite. Su cuerpo está cansado, y su rostro, envejecido, le hace aparentar unos años más de los que dice tener, 57. No obstante, en su voz no percibimos ninguna señal de abatimiento. Sentada en la cama de cuerda trenzada de la casa que comparte con seis personas, en el pueblo de Kunnappakkam, cuenta alegremente su recorrido en tamil. Su lucha tiene mucho que ver con el día a día de los indios de los campos de Tamil Nadu (que se pronuncia con un chasquido en la T y la D), las dificultades a las que se enfrentan las mujeres y la situación de buena parte de los sin casta.

Los habitantes de su pueblo son todos Dalits, antiguamente llamados «intocables». Viven principalmente de trabajar el campo (a menudo las explotaciones agrícolas son propiedad de terratenientes de castas más altas) o en las muchas canteras de piedra que hay en los alrededores. La explotación de estas canteras, además de bombear la poca agua que queda en las capas freáticas, acentuando así la sequía causada por cuatro años de malos monzones, cubre el terreno de los alrededores de una gruesa capa de polvo, que es perjudicial para los cultivos y provoca numerosos problemas de salud. Mientras que la lucha diaria se basa en sobrevivir y las movilizaciones de los Dalits raramente obtienen resultados positivos, Saroja y su comunidad sí que han obtenido victorias. Los habitantes han conseguido de las autoridades locales ayudas para tener acceso a un alojamiento decente, la construcción de una carretera en condiciones para acceder al pueblo y un minibús que enlaza el pueblo con la red pública de transporte. Otra victoria, muy importante para ellos, ha sido la construcción de un crematorio para los Dalits, que no están autorizados a incinerar a sus muertos en los mismos lugares que los miembros de las castas.

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Trabajadores migrantes en una cantera de mármol, principalmente provenientes de Odisha (Orissa) y de Rajasthan

Saroja está muy orgullosa de todo ello, y también de haber terminado la educación primaria (hasta los 14 años) a principios de los años 70, teniendo en cuenta que la tasa de alfabetización de las mujeres en la India era de tan solo un 34 % en 1990. Habla sin parar sobre los 17 años que trabajó con la organización Village Community Development Society (VCDS) y sobre el largo camino que han recorrido juntos desde su primer y agitado encuentro: cuando el personal de la VCDS fue a su pueblo, Saroja la tomó con ellos porque creía que pertenecían a una banda de ladrones de niños sobre la que se hablaba mucho en aquella época. Hoy cuenta todo aquello con una sonrisa en los labios, explicando sus luchas con alegría, blandiendo sus logros a la manera de un estandarte. Presenta los éxitos uno a uno para ilustrar las mejoras en la vida cotidiana de su comunidad, refiriéndose entre otras cosas a la apertura de una escuela primaria y de un dispensario en el pueblo después de que pidieran a la organización la creación de un grupo de autoayuda con mujeres de la zona. Actualmente su asociación puede obtener préstamos de los bancos para financiar pequeños proyectos. Saroja también lideró un movimiento que reclamaba una investigación sobre la corrupción de la Primary Co-operative Society encargada de distribuir arroz, azúcar, harina y queroseno a la población. Los responsables fueron condenados, algo muy poco común en un país gangrenado por la corrupción.

Su sonrisa no se borra cuando habla de los momentos más difíciles, su matrimonio concertado a los 16 años y, sin entrar en detalles, los «problemas» que vinieron después… Nos cuenta que su marido, a pesar de estar sin trabajo y del hambre que pasaban, se negó a que ella aceptara el puesto de funcionaria que le propuso el gobierno de Tamil Nadu. Cuando empezó a colaborar con VCDS para convertirse en coordinadora de Navajyothi women’s Movement (Movimiento de las 9 lámparas), fueron necesarias varias semanas para convencer al cabeza de familia de que aceptara que su mujer trabajase. Antaño muy reticente, su marido se declara actualmente «orgulloso» del alcance de los avances logrados por Saroja.

Nos habla también del incendio que afectó a su pueblo y que destruyó siete casas, entre otras la suya, hace tres años. El fuego se originó en uno de los muchos detonadores eléctricos que hay en el interior de las habitaciones. El calor quemó completamente las casas que tenían tejados de hojas de cocotero trenzadas, las de los más pobres, y agrietó las paredes de las casas hechas de materiales más firmes. VCDS costeó rápidamente la reconstrucción, pero solo pudo financiar casas hechas de hojas. A Saroja le gustaría construir al menos paredes firmes, pero no consigue recaudar las 50 000 rupias necesarias (alrededor de 730 euros). Le gustaría también impedir así que vuelvan a entrar en casa las dos cobras que asustaron a su nieto de dos años hace algunos días. Cuando le pregunto por su reacción ante la intrusión de animales venenosos, se ajusta su sarí anudado al estilo de la moda tamil y me responde, después de precisar que venera a las serpientes: «Las eché amablemente de casa».

150416 recits de volontaires Gregoire Saroja 3La nueva casa de Saroja y su familia

Grégoire